miércoles, 18 de junio de 2008

Frontera peligrosa

No me gusta entrar a un negocio y que apenas cruzo la frontera entre el exterior y el interior se me acerque un vendedor al acecho y me pregunte si necesito algo.
Por favor, dejame que vea, que me acomode, que me interiorice con el lugar, que me aclimatice, que haga el duelo por perder algo de mi libertad.
Lo peor es que le digo que no, y el vendedor se queda cerca mío, a pocos metros, observándome fijamente, cada movimiento, como un Doberman hambriento custodiando una casa y a punto de atacar.
Es increíble lo aliviado que me siento cuando regreso a mi territorio. Si estoy a salvo, obviamente.

1 comentario:

Javi dijo...

Lo peor de estos vendedores-sabuesos es que a uno lo terminan espantando. Es verdad, “a.m.m.p.” que por no tener que tolerar la presencia molesta de estos seres indeseables, todo lo que quiero es volver a la querida calle donde me siento más seguro (bueno, es que vivo en España…). Abrazo!!!