jueves, 10 de octubre de 2013

Alimentación textual

Hola, soy un texto, gracias por estar acá. Tengo la total certeza de que tu mirada ahora está acá, sin dudas. Te tengo retenido entre letras y puedo dominar tu vista que se desplaza horizontalmente, me doy cuenta, la veo. Agradezco tu tiempo invertido. Yo, en tu lugar estaría comiendo un alfajor con mucho dulce de leche. Sí, me gusta el dulce de leche. Nunca nadie le preguntó a un texto qué comida le gusta. Siempre estamos hablando de terceros o de fábulas ajenas, o somos un instrumento para que las personas tengan voz y opinen, pero nadie se interesa en saber cómo es nuestra vida. Por ejemplo, los textos también nos alimentamos. Tenemos que hacerlo muy sigilosamente cuando nadie nos ve, o mejor dicho, nos lee.  Pero cuando alguien abre el libro o retoma la lectura, ahí tenemos que volver rápido, a la velocidad de la luz, cada letra a su correspondiente ubicación para que no parezca que nos fugamos a la fugazzeta, nos escapamos al escalope, nos rateamos al ratatoille, o nos las tomamos... todas las bebidas. Tenemos leyes de convivencia, lo aprendimos en parte de ustedes los humanos. Tené en cuenta que nuestra sabiduría es la suya, generación tras generación, y con respecto a nuestra alimentación, todo vale, menos una cosa: el canibalismo. Por eso, ahora que sabés que nos alimentamos a escondidas, nunca se te ocurra ofrecerle a un texto, una sopa de letras.

1 comentario:

Marcela dijo...

Andy volve a escribir aca que me encanta!! Beso