Cuando llamo a un técnico de computadoras para que venga a mi casa, yo ya sé de antemano que su estadía no va a ser corta, que voy a charlar de manera forzada de cosas que no me interesan y que encima va a tener que volver al día siguiente con las herramientas necesarias que ese día no trajo.
Lo peor, es que cuando la cosa se complica, el diagnóstico siempre es el mismo:
- Hay que cambiarla.
- Y... ¿cómo hago?
- Te puedo armar una, ¿querés?
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