Desde el 2002 que suelo ir seguido a un restaurante de comida árabe que me gusta mucho. Disfruto llegar y que todos los mozos me saluden, incluso con un beso, que el dueño gordo que está en la caja levante su mano y me regale una sonrisa y que por más que el salón esté lleno, para mí siempre haya lugar.
Me siento súmamente cómodo, me hacen precio especial, y no puedo evitar presumir ante la mirada de los otros comensales con tanta muestra de afecto.
Pero hay un inconveniente: piensan que me llamo Eric.
Desde el 2002 que voy al menos una vez por semana y todos me dicen Eric. Y yo no me llamo Eric. Pero tampoco los quiero desilusionar.
No sé cómo nació la leyenda, el mito o cuál fue el motivo que desencadenó en que todos me llamen así.
Entonces realmente me comporto como un Eric. Y me mentalizo por el tiempo en el que esté ahí, que el día en que nací mis padres me apodaron Eric y a mucha honra.
Que se enteren que yo no me llamo Eric, sería terrible, sería retroceder más de 8 años, ser un desconocido más y perder el vínculo ganado.
Lo más dificultoso es al momento de pagar. Yo quiero pagar con tarjeta, pero ahí figura mi nombre y me siento obligado a tener que pagar en efectivo, para mantener viva la ilusión.
Estoy liquidado, no me queda más cash. Pero tampoco puedo dejar de ir a comer ahí. Sería muy difícil para ellos que Eric no vaya más a visitarlos.
Pero más difícil sería aceptar que ese chico, que va una vez por semana, que siempre tiene mesa disponible, que le hacen precio especial, y que lo llaman Eric, en realidad, se llame Andrés.
4 comentarios:
¡Genial! Me encanta el blog, Andy :) Un gustazo leerte :)
Inventa una historia de un hermano gemelo. Podrias decir que era tu hermano el que iba antes al restaurant pero desde hace ya unos años (desde que el se mudó a Zanzibar) has sido tu el que iba y bueno, te daba pena quitarles la ilusion. Es tu unica salida para poder usar la dichosa tarjeta ☺
Gracias Andy por hacerme reir!
Nor
jajaja vas a sarkis?
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